2012/02/19

Druon como el cardenal de Perignón.

"¡Qué extraña criatura es el hombre! Cuando todo le sonríe, goza de una salud floreciente, sus asuntos prosperan, su esposa es fecunda y su provincia vive en paz, ¿no debería elevar cada momento su alma al Señor para agradecerle tantos beneficios? Nada de eso; olvida a su Creador, se muestra orgulloso y trata de faltar a todos los mandamientos. Pero tan pronto lo afecta la desgracia y sobreviene la calamidad, corre en busca de Dios. Y ruega, se acusa y promete corregirse..."

"Los Reyes Malditos VII: De cómo un rey perdió Francia" de Maurice Druon, pág. 33.

2012/02/11

Durham como Magón Barca.


Al principio me resistí a leer este libro, parecía tedioso y así fue la primera veintena de hojas, toda una sarta de descripciones tan bien elaboradas que daba flojera. Pero al ir recorriendo las páginas uno se da cuenta que en realidad es un trabajo tan bien elaborado que es difícil dejar de leerlo, te mantiene en vilo, hay dos o tres historias inclusive hasta más que van a la par de la trama, todo concuerda tan armoniosamente que nada es adelanta o suplantado por otro tema en particular.

"¿Dónde había quedado la infancia? Magón se hizo aquella pregunta una calurosa tarde semanas después de la derrota de Asdrúbal en Baecula. Paseaba a solas por una cresta poco elevada y los guardias o protegían a cierta distancia pues él les había dicho que no quería verlos. Necesitaba unos momentos de soledad. Anhelaba incluso una corta pausa de las incesantes maniobras de la guerra. La pregunta sobre la infancia se le formó en la mente al alzar la mirada y posarla en los altos pinos que lo rodeaban. Las ramas no empezaban hasta muy arriba y se entrecruzaban con las de otros árboles, como hombres en pie agarrándose por los hombros. Si de pequeño hubiese visto un panorama así, habría ordenado que le acercaran una cuerda. Se habría encaramado a aquellas ramas para abrirse paso entre las agujas, con la resina pegándosele en las manos. Habría buscado el punto más alto y observado a las criaturas que vivían allí y que miraban el mundo desde aquella atalaya. Habría imaginado que era un búho, un halcón o un águila inmensa."

"Aníbal: El Orgullo de Cartago" de David Anthony Durham, pág. 427.