2011/10/11

Murakami como Hajime.


Me he leído en día y medio un libro de Murakami. Hay partes que me sorprenden, hay otras partes donde solo quiero pasar a la siguiente página. Hay varias escenas que se antojan lejanas, como si fueran una película y en cierto quisiera que me pasarán. Es un libro que no aburre y te mantiene en la expectativa de lo que va a pasar. En sí es un buen libro. Eso es todo. Ese tipo de prosa no aburre, a veces te sientes muy identificado con los personajes y en cierto modo uno piensa que las situaciones de una u otra manera nos han pasado.

“Me tomó de la mano una sola vez. Fue un día que me llevaba a algún sitio, y el gesto decía: “Rápido, es por aquí”. Nuestra manos permanecieron unidas como mucho diez segundos, pero a mí me parecieron como treinta minutos. Y cuando me soltó, deseé que el contacto no se hubiera interrumpido. Yo lo sabía, sabía que ella me había cogido la mano de una manera espontánea, pero que, en realidad, lo había hecho porque deseaba hacerlo. Aún hoy recuerdo el tacto de su mano aquel día. Es un tacto diferente a cualquier otro que haya experimentado después. Era simplemente la mano pequeña y cálida de una niña de doce años. Pero aquellos cinco dedos y en aquella palmase concentraban, como en un catálogo, todas las cosas que yo quería saber, todas las cosas que tenía que saber. Y ella, al tomarme de la mano, me las enseño. Me enseñó que en el mundo real existía un lugar como aquél. Durante diez segundos tuve la sensación de haberme convertido en pajarillo perfecto. Surcaba el aire, sentía el viento. Desde las alturas, podía ver paisajes lejanos. Tan remotos que no era capaz de vislumbrar con claridad lo que había. Pero supe que existían. Y que algún día iba a visitarlo. Esa certeza me dejó sin aliento, me hizo estremecer.”

Al sur de la frontera, al oeste del Sol de Haruki Murakami pág. 23.

“-Ojalá no llegue nunca mañana. Si no llegara, tú jamás sabrías nada.

Iba a decir algo, pero me lo impidió con un beso. - ¡Ojalá el águila calva se comiera el día de mañana!-dijo Shimamoto-. Porque sería el águila calva la que se lo comería, ¿no es verdad?

-Cierto. El águila calva come arte, pero también come mañanas.

-¿Y el buitre? ¿Qué comía el buitre?

-Cadáveres de gente anónima-dije-. Es muy distinto el águila calva.

-Entonces, el águila calva come arte y mañanas.

-Sí.

-Una combinación maravillosa.

-Y de postre, se come los catálogos de las nuevas publicaciones de la Editorial Iwanami.

Shimamoto se rió.

-Sea como sea, mañana.”

Al sur de la frontera, al oeste del Sol de Haruki Murakami, pág. 231 -232.

“Hay una realidad que demuestra la verdad de un hecho. Porque nuestra memoria y nuestros sentidos son demasiado inseguros, demasiado parciales. Incluso podemos afirmar que muchas veces es imposible discernir hasta qué punto un hecho que creemos percibir es real y a partir de qué punto solo creemos que lo es. Así que para preservar la ralidad como tal, necesitamos otra realidad – una realidad colindante- que la relativice. Pero, a su vez, esta realidad colindante necesita una base para relativizarse a sí misma. Es decir, que hay otra realidad colindante que demuestra, a su vez, que esta es real. Y esta cadena se extiende indefinidamente dentro de nuestra conciencia y, en un cierto sentido, puede afirmarse que es a través de esta sucesión, a través de la conservaci´pn de esta cadena, como adquirimos conciencia de nuestra existencia misma. Pero si esta cadena, casualmente, se rompe, quedamos desconcertados. ¿La realidad esta al otro lado del eslabón roto? ¿Está a este lado?”

Al sur de la frontera, al oeste del Sol de Haruki Murakami, pág. 250.

Eso fue lo que pude rescatar del libro.

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